Canoita que pasas 

rumbo pa la ciudad

aguas arriba un día

tras la esperanza

tey de llevar! 

Horacio Guarany, La litoraleña

El sol quema la espalda, para los pibes que juegan al fútbol en las canchas de Arroyito Seco, pasa desapercibido. Los vecinos del barrio también parecen ignorarlo, excepto aquellos un poco más añejados, que se escabullen en la sombra de árboles, manojos de ramas secas sobre los que la gravedad parece no hacer efecto. 

Quizás porque no estén rodeados de prominentes edificios o del insoportable ruido de bocinazos, que las siestas en Alto Verde signifiquen una franja de tiempo en la que prima tranquilidad y el silencio. Los únicos movimientos son pies flacos y descalzos de chicos y chicas moviéndose por las calles de tierra, que luego de la lluvia de verano, pasarán a la historia como barro. 

Es en Alto Verde donde un bohemio parisino podría considerar la práctica descarnada de la teoría minimalista, aquella filosofía que se reduce a vivir con nada más que lo esencial y donde prima el lema “menos es más”. Pero se confundiría, no son prácticas foráneas las que explican el desamparo, son la ausencia de políticas públicas lo que paulatinamente fue barriendo del mapa (como mugrecita imperceptible) a este populoso barrio del sureste de la capital. Y allí, en el desamparo, se levantaron mojones de sueños dispuestos a la rebeldía.

¿Y si trabajamos en la producción de pescados? Propuso Brenda Alvarez a sus compañeras del Club Arroyito una fría mañana de 2017. La  idea de generar una unidad productiva en el club surgió inicialmente de los fundadores y Brenda lo tradujo en lo que más sabía hacer: cocinar pescados de río. Es así que nació la  cooperativa Sabores Costeros que hoy produce empanadas, milanesas, arrollados, filetes y toda una gran variedad de productos hijos del Paraná y del amor de seis mujeres de barrio. 

Sacrificio

Los fríos focos blancos rebotan con los cerámicos del piso pero el vaivén de luces se detiene en la mujer que empezó esta historia. Hablar de los inicios es hablar de casi cinco años atrás, cuando Brenda se encontraba recientemente despedida de una pescadería de la capital. Ante su situación, integrantes del club Arroyito de Alto Verde le ofrecen la propuesta de realizar un proyecto productivo destinado a mujeres. Ella tenía los conocimientos, faltaban insumos y gente dispuesta a embarcarse en la patriada.

“En aquel momento no teníamos nada, empezamos solicitando algunos programas estatales como el Ingenia o el Fondo semilla y así compramos los primeros implementos de cocina, la mesa y el primer frezeer, gracias a dios el Club Arroyito siempre puso a disposición sus instalaciones” nos cuentan desde la cooperativa. 

Fue así como el equipo empezó con la elaboración de productos de río. Al principio la venta fue para familias de Alto Verde, que a través del boca a boca fueron conociendo el proyecto. Con el pasar del tiempo la cantidad se fue modificando. La producción creció desde que obtuvieron la habilitación de  A.S.S.A.l (Agencia Santafesina de Seguridad Alimentaria), de esta forma llegaron a instalarse en ferias y mercados alcanzando valores tan altos como los 150 kilos de milanesas por semana. 

Refugio

Excepto Brenda ninguna de las otras cinco mujeres contaba con experiencia previa en una pescadería, sus saberes eran propios de la práctica de la cocina hogareña, sin embargo no residía aquí el principal inconveniente, sino en el crudo sistema patriarcal que impone prácticas arraigadas como las raíces de los Sauces en las costas del Paraná.

 “Al principio los maridos de algunas compañeras pensaban que ellas se tenían que quedar en casa, que no tienen porque ir a trabajar, y nosotras combatimos eso. Queremos que la mujer también pueda tener su espacio laboral. A su vez, por ejemplo, dos compañeras que no habían podido terminar el colegio secundario buscaban  trabajo y les era imposible. Le aclaramos que íbamos a tener que luchar, trabajar sin cobrar, pero que en su momento todas iban a tener su sueldo” nos cuenta Brenda.

Según el informe «Las brechas de género en la Argentina. Estado de situación y desafíos», elaborado por la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, las mujeres enfrentan mayores niveles de informalidad (36% versus 34,2%) y de desocupación (10,8% versus 8,9%) respecto de los varones. Es así que este tipo de emprendimientos productivos promueven la inserción laboral femenina ante tantas adversidades materiales y culturales. Sabores para aquel grupo de mujeres se había transformado en un refugio los días de lluvia. Y en un escenario frío y gris, donde las gotas pegan de lleno en la cara, el proyecto resulta un amparo para quienes buscan resguardarse de la tormenta y seguir caminando.

Pero además, la de este grupo de mujeres es una historia de esperanza y convencimiento más allá del torrente de necesidades: estuvieron un año y medio cocinando sin cobrar para poder invertirlo. Todas las mañanas, con frío, con calor, con lluvia y humedad, todas las mañanas durante 18 meses cocinando sin cobrar. Luego de un tiempo y con la ayuda de los talleres de carpintería y albañilería del club Arroyito pudieron construir una pieza aparte que utilizan como depósito, ubicar mayor cantidad de freezers y aumentar su producción.

Con el lanzamiento del Potenciar Trabajo desde Nación cuatro integrantes comenzaron a recibir ayuda económica pero, frente a la disparidad de que algunas podían cobrar y otras no, optaron por reorganizarse: iban a seguir trabajando todas y en vez de destinar las ganancias en equipamiento, una gran parte se repartía como el sueldo de dos compañeras. 

Milagros, Agustina, Gisela, Micaela y Brenda en la cocina del club Arroyito Seco

Lo que el río dejó

El barrio costero resulta una zona ideal para captar los recursos ictícolas de las aguas santafesinas. Los pescadores de La Boca eran sus principales proveedores antes de la bajante del río. Con ellos obtienen pescados a menor precio por la cercanía y la simbiosis vecinal que los une. Sin embargo, desde mediados del 2020 las asedia el gran dilema regional: las limitadas lluvias que produjeron una de las peores sequías de los últimos setenta y siete años de acuerdo con el Decreto 482/2021 de Nación, con el que se declaró la emergencia hídrica en la Cuenca del Plata. Esto tiene una relación directa con la materia prima que usa la cooperativa; si baja el río hay disminución de la población de peces, por lo tanto los pocos disponibles se venden a precios mucho más elevados de lo normal. 

“Si tuviéramos que vender milanesas, con los costos de insumo y traslado deberíamos cobrar $1400 el kg. ¿Cómo hacemos mirar a los ojos a un vecino del barrio y pedirle esa cantidad de plata por un poco de comida? Es imposible”.

La escasez de peces llevó a que tuvieran que renunciar a su principal marca de identidad. Actualmente, el sueldo de las seis se sustenta con la producción de otros tipos de carne: milanesas, hamburguesas, escabeches, arrollados y vinagretas de pollo, cerdo y carne vacuna. 

A pesar de esto, las expectativas son gigantes y la cooperativa avizora un sol prometedor sobre el final de la tormenta. El objetivo es claro: superar el momento para seguir construyendo el sueño de un trabajo digno. Con la fabricación reciente de un horno ahumador y la búsqueda de la habilitación de sus productos, el grupo de mujeres (hoy amigas)  intentan que los diversos sabores costeros lleguen a más lugares; tal es el caso de comedores escolares y otros espacios comerciales de la ciudad de Santa Fe para hacer de la cultura del trabajo una herramienta imprescindible en el sueño de un mundo más justo, teñido de esperanza, como aquella que anda navegando por el pueblito humilde del litoral. 

 Las empanadas y milanesa de pescado son los productos insignias de Sabores Costeros

Gerónimo Gioria